San José
![]() |
Foto: Fundación San José-Pesé
|
El Patrono de la Fundación es San José, el mismo del
distrito de Pesé. La devoción a él la cimentamos en que a este hombre
“justo”, Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y
privilegio de ser esposo de la Virgen María y custodio de la Sagrada Familia.
Dios quiso que este santo varón nos diera ejemplo de humildad en su vida
callada y laboriosa en su taller de carpintería, a la vez que fue quien cuidó y
educó a Jesús como padre. Es por ello, que es el santo que más cerca está
de Jesús y de la Santísima Virgen María.
En el Plan Reconciliador de Dios, San José[1] tuvo un papel esencial:
Dios le encomendó la gran responsabilidad y privilegio de ser el padre adoptivo
del Niño Jesús y de ser esposo virginal de la Virgen María. San José, el santo
custodio de la Sagrada Familia, es el santo que más cerca está de Jesús y de la
Santísima de la Virgen María.
San Mateo
(1,16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3,23), su padre era
Helí. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era
descendiente. Al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la
Anunciación), San José vivía en Nazaret.
Según San
Mateo 13,55 y Marcos 6,3, San José era un "tekton". La palabra
significa en particular que era carpintero o albañil. San Justino lo confirma,
y la tradición ha aceptado esta interpretación.
Nuestro
Señor Jesús fue llamado "Hijo de José", "el carpintero" (Jn
1,45; 6,42; Lc 4,22). Como sabemos no era el padre natural de Jesús,
quién fue engendrado en el vientre virginal de la Virgen María por obra del
Espíritu Santo y es Hijo de Dios, pero José lo adoptó amorosamente y Jesús se
sometió a él como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el
desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar
matrimonio con María!
Modelo de
silencio y de humildad
Las
principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros
capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. En los relatos no conocemos
palabras expresadas por él, tan sólo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor
y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y
de su excepcional Hijo. Es un caso excepcional en la Biblia: un santo al que no
se le escucha ni una sola palabra. Es, pues, el "Santo del silencio".
Su santidad
se irradiaba desde antes de los desposorios. Es un "escogido" de
Dios; desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor.
No es que haya sido uno de esos seres que no pronunciaban palabra, fue un
hombre que cumplió aquel mandato del profeta antiguo: "sean pocas tus
palabras". Es decir, su vida sencilla y humilde se entrecruzaban con su
silencio integral, que no significa mero mutismo, sino el mantener todo su ser
encauzado a cumplir el Plan de Dios. San José, patrono de la vida interior, nos
enseña con su propia vida a orar, a amar, a sufrir, a actuar rectamente y a dar
gloria a Dios con toda nuestra vida.
Vida
virtuosa
Su libre
cooperación con la gracia divina hizo posible que su respuesta sea total y
eficaz. Dios le dio la gracia especial según su particular vocación y, al mismo
tiempo, la misión divina excepcional que Dios le confió requirió de una
santidad proporcionada.
Se ha
tratado de definir muchas veces las virtudes de San José: "Brillan en el,
sobre todo las virtudes de la vida oculta: la virginidad, la humildad, la
pobreza, la paciencia, la prudencia, la fidelidad que no puede ser quebrantada
por ningún peligro, la sencillez y la fe; la confianza en Dios y la más
perfecta caridad. Guardo con amor y entrega total, el deposito que se le
confiara con una fidelidad propia al valor del tesoro que se le deposito en sus
manos."
San José es
también modelo incomparable, después de Jesús, de la santificación del trabajo
corporal. Por eso la Iglesia ha instituido la fiesta de S. José Obrero,
celebrada el 1 de mayo, presentándole como modelo sublime de los trabajadores
manuales.
Amor
virginal
La
concepción del Verbo divino en las entrañas virginales de María se hizo en
virtud de una acción milagrosa del Espíritu Santo, sin intervención alguna de
San José. Este hecho es narrado por el Evangelio y constituye uno de los dogmas
fundamentales de nuestra fe católica: la virginidad perpetua de María. En
virtud a ello, San José a recibido diversos títulos: padre nutricio, padre
adoptivo, padre legal, padre virginal; pero ninguna en si encierra la plenitud
de la misión de San José en la vida de Jesús.
San José
ejerció sobre Jesús la función y los derechos que corresponden a un verdadero
padre, del mismo modo que ejerció sobre María, virginalmente, las funciones y
derechos de verdadero esposo. Ambas funciones constan en el Evangelio. Al
encontrar al Niño en el Templo, la Virgen reclama a Jesús: “Hijo, porque has
obrado así con nosotros? Mira que tu padre y yo, apenados, te buscábamos".
María nombra a San José dándole el título de padre, prueba evidente de que él
era llamado así por el propio Jesús, pues miraba en José un reflejo y una representación
auténtica de su Padre Celestial.
La relación
de esposos que sostuvo San José y Virgen María es ejemplo para todo matrimonio;
ellos nos enseñan que el fundamento de la unión conyugal está en la comunión de
corazones en el amor divino. Para los esposos, la unión de cuerpos debe ser una
expresión de ese amor y por ende un don de Dios.
San José y
María Santísima, sin embargo, permanecieron vírgenes por razón de su
privilegiada misión en relación a Jesús. La virginidad, como donación total a Dios,
nunca es una carencia; abre las puertas para comunicar el amor divino en la
forma más pura y sublime. Dios habitaba siempre en aquellos corazones puros y
ellos compartían entre sí los frutos del amor que recibían de Dios.
Dolor y
Alegría
Desde su
unión matrimonial con María, San José supo vivir con esperanza en Dios la
alegría-dolor fruto de los sucesos de la vida diaria. En Belén tuvo que
sufrir con la Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en
un establo. Allí nació el Jesús, Hijo de Dios. El atendía a los dos como si
fuese el verdadero padre. Cuál sería su estado de admiración a la llegada de
los pastores, los ángeles y más tarde los magos de Oriente. Referente a la
Presentación de Jesús en el Templo, San Lucas nos dice: "Su padre y su
madre estaban admirados de lo que se decía de él". (Lc 2,33).
Después de
la visita de los magos de Oriente, Herodes el tirano, lleno de envidia y
obsesionado con su poder, quiso matar al niño. San José escuchó el mensaje de
Dios transmitido por un ángel: "Levántate, toma contigo al niño y a su
madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a
buscar al niño para matarle" (Mt 2,13). San José obedeció y tomo
responsabilidad por la familia que Dios le había confiado.
San José
tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto. Esto
representaba dificultades muy grandes: la Sagrada familia, siendo extranjera,
no hablaba el idioma, no tenían el apoyo de familiares o amigos, serían
víctimas de prejuicios, dificultades para encontrar empleo y la consecuente
pobreza. San José aceptó todo eso por amor sin exigir nada, siendo modelo
ejemplar de esa amorosa obediencia que como hijo debe a su Padre en el cielo.
Lo más
probable es que San José haya muerto antes del comienzo de la vida pública de
Jesús ya que no estaba presente en las bodas de Canaá ni se habla más de él. De
estar vivo, San José hubiese estado sin duda al pie de la Cruz con María. La
entrega que hace Jesús de su Madre a San Juan da también a entender que ya San
José estaba muerto. Según San Epifanius, San José murió en sus 90 años y el
Venerable Beda dice que fue enterrado en el Valle de Josafat.
Patrono de
la Iglesia Universal
El Papa Pío
IX, atendiendo a las innumerables peticiones que recibió de los fieles
católicos del mundo entero, y, sobre todo, al ruego de los obispos reunidos en
el concilio Vaticano I, declaró y constituyó a San José Patrono Universal de la
Iglesia, el 8 de diciembre de 1870.
¿Qué
guardián o que patrón va darle Dios a su Iglesia? pues el que fue el protector
del Niño Jesús y de María.
Cuando Dios
decidió fundar la familia divina en la tierra, eligió a San José para que sea
el protector y custodio de su Hijo; para cuando se quiso que esta familia
continuase en el mundo, esto es, de fundar, de extender y de conservar la
Iglesia, a San José se le encomienda el mismo oficio. Un corazón que es capaz
de amar a Dios como a hijo y a la Madre de Dios como a esposa, es capaz de
abarcar en su amor y tomar bajo su protección a la Iglesia entera, de la cual
Jesús es cabeza y María es Madre.
Devoción a
San José
Una de las
más fervientes propagadoras de la devoción a San José fue Santa Teresa de
Ávila. En el capítulo sexto de su vida, escribió uno de los relatos más bellos
que se han escrito en honor a este santo:
"Tomé
por abogado y protector al glorioso San José, y encomiéndeme mucho a él. Vi
claro que así de esta necesidad, como de otras mayores, este padre y señor mío
me saco con más bien de lo que yo le sabía pedir. No me acuerdo hasta ahora
haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa tan grande las
maravillosas mercedes que me que me ha librado, así de cuerpo como de alma; de
este santo tengo experiencia que socorre en todas las necesidades, y es que
quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra, que
como tenia nombre de padre, y le podía mandar, así en el cielo hace cuánto le
pide. Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo
por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios".
Otros
santos que también propagaron la devoción a San José fueron San Vicente Ferrer,
Santa Brígida, San Bernardino de Siena (que escribió en su honor muy hermosos
sermones) y San Francisco de Sales, que predicó muchas veces recomendando la
devoción al Santo Custodio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario